El santoral, también conocido como calendario litúrgico, es un libro religioso que contiene la lista de los santos reconocidos por la Iglesia Católica y que se celebra cada día del año. Más allá de una simple lista de nombres, el santoral representa un viaje fascinante a través de la fe, la historia y la cultura cristiana.
Santa Catalina Labouré nació el 2 de mayo de 1806 en Fain-lès-Moutiers, Francia, en el seno de una familia campesina profundamente religiosa. Desde joven, sintió una vocación hacia la vida consagrada. A los 24 años, ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en París.
En 1830, Catalina experimentó tres apariciones de la Virgen María en la capilla de su convento. Durante una de estas visiones, la Virgen le pidió que promoviera la creación de la Medalla Milagrosa, prometiendo que quienes la llevaran con fe recibirían grandes gracias. Catalina cumplió este mandato discretamente, permaneciendo en el anonimato mientras la medalla se popularizaba en toda Europa y más allá.
Aunque nunca ocupó un cargo importante en su comunidad religiosa, Catalina se dedicó a cuidar ancianos y enfermos, mostrando una profunda humildad y devoción en sus tareas diarias.
Santa Catalina Labouré fue canonizada por el papa Pío XII el 27 de julio de 1947, en reconocimiento a su vida de virtud y su papel en la difusión de la Medalla Milagrosa. Su cuerpo permanece incorrupto y se encuentra en la capilla de la Medalla Milagrosa en la calle du Bac en París, un lugar de peregrinación para millones de fieles.
El legado de Catalina está intrínsecamente ligado a la Medalla Milagrosa, que continúa siendo un símbolo de protección, conversión y devoción mariana. Su ejemplo de humildad y obediencia inspira a las Hijas de la Caridad y a los laicos comprometidos con el servicio a los demás.
Santa Catalina Labouré no vivió un "exilio" en el sentido político o físico, pero sí llevó una vida apartada del reconocimiento público. Después de las apariciones de la Virgen, su identidad como vidente se mantuvo en secreto, y ella aceptó con humildad permanecer en el anonimato. Esto puede interpretarse como un "exilio voluntario" del protagonismo, dedicado a Dios y al servicio de los pobres.
Catalina falleció el 31 de diciembre de 1876 en su convento, tras una vida de entrega y oración. Fue enterrada en Reuilly, pero su cuerpo fue trasladado posteriormente a la capilla de la Medalla Milagrosa, donde sigue siendo venerada.