El Museo del Prado explora las relaciones entre un artista del siglo XVIII y otro del XX en la exposición ‘Sigmar Polke. Afinidades desveladas’
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Francisco de Goya vivió el apogeo de su carrera, desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta su muerte en 1828, durante lo que la historia universal llama el fin de la Edad Moderna. El artista alemán Sigmar Polke (1941-2010) creció cuando también terminaba otra era: la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, que lo llevó a vivir primero en el lado oriental (Silesia) y después en el occidental (Düsseldorf). Cuando el germano viajó en 1982 a Madrid para conocer el trabajo de Goya, sintió una conexión inmediata por cómo el aragonés utilizó, al igual que él, la sátira, lo macabro y la crítica para reflejar una sociedad que estaba mutando. El deslumbramiento fue tal que Polke siempre soñó con que sus obras se mostraran junto a las del español.
El deseo se hace ahora realidad con la apertura el martes de la muestra Sigmar Polke. Afinidades desveladas. A través de 40 piezas (pinturas, fotografías, dibujos y objetos) del que es considerado como uno de los artistas europeos contemporáneos más influyentes, la muestra evidencia la influencia que tuvo en él el autor de las Pinturas negras, antes y después de ver en persona su producción. “La caída de un mundo establecido y el inicio de otro que está por llegar, pero con una reticencia reinante para no asumirlo, une a Polke con Goya. El español puso en entredicho la modernidad que vio nacer, y el alemán conoció ambos regímenes de la Alemania dividida de la posguerra; experimentó las consecuencias de una guerra”, explica la comisaria Gloria Moure.
Moure estudia a Polke desde su tesis de doctorado y estuvo a cargo de las dos muestras individuales que hubo de él en España: en 1993 y en el año 2000. Esta es la primera vez que se hace una exposición en solitario de él en Madrid. “En los ochenta pasó seis semanas aquí con visitas a El Prado casi diarias. Hablábamos mucho de El Prado y, cuando vine a conocer el museo, me preguntó si seguían ahí una serie de cuadros. Estoy convencida de que a mi padre le conmovería ver sus obras expuestas con las de Goya”, dijo en la presentación la hija del autor germano, Anna Polke. La muestra revela las afinidades entre ambos creadores en tres campos: la circunstancia artística, política y social que los atañó; la iconografía oscura que compartieron y la factura concreta del cuadro.
Polke saltó a la escena del arte mundial tras fundar, en 1963, junto a Gerhard Richter y Konrad Lueg, el movimiento Realismo capitalista, una burla al realismo socialista que en ese entonces era la doctrina artística oficial de la Unión Soviética. El grupo bebía del arte pop de Andy Warhol o Roy Lichtenstein para apropiarse del lenguaje de la publicidad y satirizar los objetos que llegaban desde Estados Unidos y el modelo de libre mercado con ellos. Sin embargo, cuando Polke se enfrentó por primera vez en persona a los cuadros de Goya, en los ochenta, ya había abandonado esa etapa y atravesaba una fase de prolífica experimentación. En la muestra del Prado se cuelgan trabajos suyos con un sinfín de materiales, como gouache, acrílico, bolígrafo, tela estampada, laca, resina sintética, papel vegetal o lapislázuli.
La obra del aragonés que más le impresionó, Las viejas o El tiempo (1810-1812), no está en España, sino en el Palacio de Bellas Artes de Lille, que ha cedido la pieza para que se exponga en esta actual exhibición. Polke viajó dos veces a Francia a fotografiar el cuadro y pidió una radiografía de él. “Lo atrajo de manera especial al conectar con su interés por lo mágico y lo paranormal, cercano a su simbología. El modo de trabajar con lo fantasmagórico unido con el humor se ve a lo largo de toda la exposición”, cuenta Moure, quien también es autora del libro Sigmar Polke. Pinturas, fotografías y películas (2005). Las calaveras, el diablo en forma de cabra, los fantasmas, los rostros inquietantes y la muerte están en cuadros como Cenizas sobre cenizas (1992), Obelisco blanco (1968), Espíritu (1967) o Paganini (1981-1983).
Pero al alemán no solo le sorprendió el contenido de Las viejas, sino también descubrir, a través de la radiografía que pidió, que se había hecho sobre un lienzo reutilizado que ya contenía otra composición de una resurrección. “El usar las mismas telas era normal en la época por cuestiones de ahorro, pero Polke creía que había algo más, porque antes había una resurrección y en la pintura nueva aborda cómo el tiempo de vida se les acaba a las dos protagonistas del cuadro”, detalla la comisaria. Polke se detuvo en determinados fragmentos de lienzo que fotografió y luego agrandó en fotocopias que alteró dibujando sobre ellas, muchas de las cuales están disponibles en la muestra.
Hay otras piezas en la exposición en las que Polke trabajó directamente encima de telas estampadas con cuadros de Goya, como Así es como se sienta uno correctamente (1982), realizado a partir del grabado Capricho 26 (1799). Le interesó también la figura de Saturno del cuadro al que tanto volvía el aragonés —véase Saturno devorando a su hijo (1820-1823)— y que interpreta a su manera con Mefisto (1988). También está presente el Polke más abstracto y experimentador, que lo llevó a ganarse el apodo de El alquimista por usar polvos de meteorito, baba de caracol, hollín o nitrato de plata. Lapislázuli II (1994) y Teorías de las catástrofes II (1983) son los mejores ejemplos de ello.
Sigmar Polke. Afinidades desveladas es la segunda exposición que El Prado le dedica a un artista contemporáneo, después de que en 2022 Fernando Zóbel protagonizara una individual. El director de la institución, Miguel Falomir, aclaró que el museo no está dedicado al arte de nuestro tiempo, pero que “no puede ignorar a artistas contemporáneos en los que fue decisivo para sus quehaceres artísticos”.