Para Antonio Martorell ninguna manifestación artística es suficiente para englobar su universo creativo y sus ansias de compartir su obra con otros. Por eso ha migrado del diseño gráfico a la pintura, de la serigrafía a los dibujos al carbón, del performance a la radio y la televisión.
Precisamente, por el compromiso con la sociedad de su tiempo y su llamado de alerta ante cualquier hecho que atente contra la vida la paz y la justicia, el puertorriqueño mereció el Premio Internacional René Portocarrero que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
«Ya recibí un premio anterior a este que fue convertirme en miembro honorario de la UNEAC. Y ahora recibir el René Portocarrero me honra porque es uno de los artistas que más admiro, por esa acumulación divina de colores y formas, ese baile continuo del pincel sobre el lienzo a mí me provoca a bailar con él», explicó.
«Me encanta Cuba porque sus artistas y su pueblo han sido siempre para mí motivo de inspiración. Esta Isla se ha convertido más que en una hermana, en una madre y una abuela. De hecho, una de nuestras grandes figuras, la creadora del Himno Nacional de Puerto Rico, está enterrada en el cementerio de Colón. Lola Rodríguez de Tío es nuestra y de ustedes».
Cómo dijo la vicepresidenta de la Uneac, Lesbia Vent Dumois, el cariño por Martorell no solo se debe a su obra, sino también a su apoyo a los grabadores latinoamericanos, así como la entrega de sus saberes y destrezas a diferentes generaciones de artistas.
La presidenta de la Galería Villa Manuela, Virginia Alberdi destacó su intensidad y eclecticismo en el arte, además de su intransigencia abierta y militante ante las irregularidades sociales y las malas políticas en su país. Para Antonio Martorell la creación no puede separarse de lo comunitario, forma parte de su esencia.
«Para mí es natural que lo social sea parte del trabajo que hacemos mis amigos y yo, hablo en plural porque trabajo en equipo y mi educación en el arte fue gremial y sigue siéndolo. Comencé siendo cartelista dónde se une la imagen y la palabra para detener al transeúnte y luego pasé a la instalación, el performance, la radio, la televisión, el cine y el teatro. Ahí radica la esencia de mi quehacer artístico, yo considero mi trabajo como uno de los mejores modos de comunicar.
El arte se convierte en un vehículo extraordinario para iniciar una conversación y darle seguimiento con todo lo que esta conlleva, incluyendo las contradicciones y el conflicto. Me encanta poder platicar, actuar y estar en contacto con otro que es tan similar como diferente», argumentó.
Cuba ocupa un lugar especial en la vida de Antonio Martorell. Instituciones como Casa de las Américas, la Bienal de La Habana y el Museo de Bellas Artes han formado parte de su travesía por la Isla. El boricua promete regresar, como siempre lo hace, a compartir su arte y su sapiencia.