Un estudio basado en datos recopilados entre 2011 y 2020 ha analizado la influencia del tipo y la duración del sueño en el proceso de envejecimiento. El estudio, que analizó a 3.306 personas con una edad promedio de 60 años, ha concluido que dormir bien es fundamental para envejecer de una forma saludable.
La investigación definió cinco pilares del "envejecimiento exitoso": la ausencia de enfermedades crónicas como diabetes o enfermedades cardíacas, la capacidad física para realizar actividades cotidianas, la salud cognitiva, la ausencia de síntomas depresivos y un buen bienestar social reflejado en la participación comunitaria. Para evaluar el impacto del sueño en estos indicadores, los participantes fueron clasificados en cinco categorías según sus patrones de descanso, desde quienes dormían menos de siete horas hasta aquellos cuya duración de sueño cambió durante el tiempo de observación.
Los resultados fueron reveladores. Aunque un 81% de los participantes no padecía enfermedades graves al final del estudio, solo un 13,8% cumplía con todos los criterios de envejecimiento exitoso. Entre las diferentes categorías, las personas con un patrón de sueño estable y de entre siete y ocho horas diarias mostraron las mayores probabilidades de un envejecimiento saludable. Por el contrario, aquellos con patrones inestables o que dormían menos de siete horas, así como los que incrementaron o disminuyeron drásticamente su tiempo de sueño, tenían menos probabilidades de envejecer exitosamente.
Además, se identificaron riesgos asociados a patrones de sueño no óptimos. Un sueño insuficiente puede aumentar la liberación de hormonas relacionadas con el estrés y agravar inflamaciones, lo que podría contribuir al deterioro cognitivo, la pérdida muscular y problemas metabólicos. Por otro lado, el aumento progresivo del tiempo de sueño podría ser un síntoma de condiciones como la apnea del sueño o la depresión, factores que también dificultan un envejecimiento saludable.
Estos hallazgos reafirman la importancia de mantener una duración y calidad de sueño adecuadas, especialmente en edades avanzadas. Dormir entre siete y ocho horas parece ser el punto óptimo para garantizar una buena salud a largo plazo. En este sentido, la estabilidad en los hábitos de sueño es tan relevante como la duración, ya que patrones inconstantes podrían reflejar problemas que tienen un importante impacto en el bienestar general.