La actriz protagonista, Vicky Knight , ha hecho solo dos películas, y ambas con esta misma directora, Sacha Polak , que integra en el argumento las características físicas de Knight, su piel quemada en ciertas zonas de la cara, cuerpo y brazos. En la primera, 'Dirty God' , era una mujer a la que su ex pareja le arroja ácido, y en esta de 'Silver Haze' la directora narra los hechos reales que le sucedieron a su actriz, que salvó la vida a los siete años en un incendio provocado en el pub de su familia. El empeño del guion y de su puesta en escena es situar los traumas y las preguntas del personaje (y tal vez, la actriz) muchos años después sin saber qué ocurrió realmente y quiénes fueron los culpables, aunque Sacha Polak no se concentra en el drama familiar y sus intrigas, sino que entra en una descripción vital tanto de ella y su entorno, realmente patético, y en seguir con la cámara la actividad no siempre comprensible del personaje, sus tumbos emocionales y su relación con otra joven autodestructiva (Esme Creed-Miles). En este sentido, el montaje es tan disperso temporal, espacial y emocionalmente que impide conectar con ellos y con la cantidad de sentimientos que se espolvorean sin un sentido claro. Es, por lo tanto, un grumo de dramas terribles que te mantienen a distancia por su diáspora narrativa y el efecto desbandada del montaje; todo, aparentemente moderno, actualísimo, con elocuencia de última hornada…, pero, y es lo que suele ocurrir, sin la potencia emocional para mantenerte implicado. Película tristísima, en la que se tropiezan los propios tropiezos sin que haya apenas momentos de deleite, salvo los de esa nueva familia encontrada en la que, ¡vaya por Dios!, la encantadora abuela tiene un mal cáncer. Digamos que tiene, si no un buen final, sí al menos un gesto positivo de aceptación, de conquista de algo de aire fresco.
