Después del Concilio Vaticano II, los papas continuaron reflexionando sobre temas sociales. Así, el papa Pablo VI, en 1967, escribió la “Populorum progressio” en la que desarrolló algunas ideas que se habían propuesto en la constitución “Gaudium et spes”, del mencionado concilio. En la “Populorum progressio” se encuentra la frase: “El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, que se hiciera famosa y que deja entrever el sentido de esa encíclica.
Con este documento el papa Pablo VI buscaba mostrar la urgencia de la acción solidaria de los hombres para poder pasar a condiciones de vida más humanas. El desarrollo lo consideraba precisamente el proceso para pasar a tales condiciones, pero hacía notar que esto no se reducía a lo meramente económico, porque, para todos, adquirir cultura, respetar a sus semejantes y reconocer los valores supremos son parte integrante del desarrollo. Precisamente, lograr el desarrollo corresponde a la exigencia de justicia y ayudaría a garantizar la paz y la realización de un humanismo pleno.
Fue también Pablo VI quien fundó en 1967 la Pontificia Comisión “Iustitia et Pax”, para estimular a los católicos a promover el desarrollo de los países pobres y la justicia social internacional. Ante las corrientes ideológicas que se propagaban, Paulo VI aprovechó el octogésimo aniversario de la “Rerum novarum” para publicar su encíclica “Octogesima adveniens”, donde reflexiona sobre la sociedad post-industrial y pone de relieve precisamente la insuficiencia de las ideologías para responder a desafíos como la urbanización, la situación de los jóvenes, de la mujer, la emigración, etc.
Juan Pablo II fue igualmente un papa con notable sentido social. En 1981 escribió la “Laborem exercens” dedicada al tema del trabajo, que él consideraba bien de la persona, factor primario de la economía y clave de la cuestión social. En la encíclica desarrolla una filosofía y una teología del trabajo, que no debe ser entendido solamente en su sentido material, sino también en su dimensión subjetiva, como actividad de la persona.
En 1987, Juan Pablo II escribió la “Sollicitudo rei socialis” donde volvía sobre el tema del desarrollo notando la situación dramática del mundo en el que se había fallado en lo que tocaba al desarrollo del Tercer Mundo y señalando las condiciones y exigencias de un desarrollo digno. Afirmaba que “el verdadero desarrollo no puede limitarse a la multiplicación de los bienes y servicios, esto es, a lo que se posee, sino que debe contribuir a la plenitud del “ser” del hombre”. (Continuará.)
Pedro Miguel Funes
