-Ibiza es el único lugar del mundo donde yo entiendo a la gente que no quiere trabajar.
-Están los que vienen a divertirse y los que venimos para descansar. Pero a mí cuando descanso me viene a la cabeza todo lo que tengo que hacer.
-La vacación es indigna.
-Trabajar es precioso si te gusta lo que haces, Las giras son agotadoras pero lo paso muy bien. A ver quién es el guapo que esto lo deja. Yo no concibo mi vida de otra manera. Cantaré hasta el final.
-Esto es una heroicidad.
-Esto es una enfermedad. No me gusta hacer otras cosas. Estoy envenenado por el escenario. Ibiza está muy bien pero lo que yo deseo es volver a cantar. Esto es un hecho.
-¿Y Natalia le acompaña?
-Empezó viniendo, hasta que un día me dijo: «sigue tú».
-Le abandonó.
-No, es muy respetuosa con mi trabajo y no quiere molestar. Cuando estoy de gira llevo una vida monacal, sólo hablo en el escenario. Todas las fuerzas las reservo para actuar.
-¿También es monacal con las fans que acuden a saludarle?
-Las saludo al pasar. No puedo hacer una segunda parte del concierto saludando a todo el mundo. Mi público esto lo sabe y lo entiende,
-Su público es muy suyo.
-A veces me regaña. Me divierte bastante cambiar algunas letras de las canciones porque en ese momento me suena mejor otra palabra o quiero decir el nombre de una persona en la que estoy pensando. Lo hago con bastante frecuencia. Una noche en Rusia, al marcharme del teatro, una señora me dijo: «Hoy confundirse».
-Usted y Bruce Springsteen son los artistas vivos que más se entregan en el escenario. Los repertorios más largos y el mayor derroche físico.
-Yo al público se lo doy todo. Cada noche. Nadie que haya pagado una entrada puede salir pensando que he ido ahí a hacer el paripé.
-¿No es agotador?
-Lo es, absolutamente, Hay que aprender a dosificarse. Saberse guardar si calculas que al cabo de tres canciones tendrás que dar la nota más grande. Antes, cuando era muy joven, porque yo también fui muy joven, a la cuarta o quinta canción empezaba a carraspear. Ya no me pasa. Ahora la voz me dura las dos horas y media. Hay que saber trabajarse el escenario.
-¿Y físicamente?
-Me canso, sí. Pero cuando el esfuerzo te compensa tanto, eres muy feliz. Yo nací para esto.
-Los jóvenes.
-Hay muchos muy responsables y otros que pasan de todo, ya no del esfuerzo para convertirse en artistas sino de absolutamente todo. Y te dicen: «¿yo por qué tengo que ponerme la mascarilla si tengo 17 años?»
-Pero usted, forever young.
-Yo trabajo con la misma ilusión que cuando tenía 14 años. La ilusión por mi trabajo no se me ha ido nunca.
-Cantaba en Rusia cuando España ni siquiera tenía relaciones.
-He españoleado mucho. Estoy muy orgulloso de mi país. Siento en español, canto en español.
-Bueno, y también en otras lenguas.
-Sí, como detalle hacia el público que tan bien me ha acogido. Estoy en Nueva York y canto un par de temas en inglés. Pero cuando no canto en español no soy yo, no soy Raphael.
-El Rey Juan Carlos.
-No tenía que haberse marchado así como así. Me habría gustado que se hubiese quedado. Marcharse sin decir ni dónde va no ha sido acertado.
-¿Por qué?
-Porque él mismo ha dicho siempre que todos los españoles somos iguales ante la Ley, y aunque no pesa contra él ningún cargo, este como haber huido no creo que le beneficie en nada.
-No ha sido voluntario.
-Lo sé, lo sé, pero podría haber hecho exactamente lo mismo diciendo dónde iba. Y no convertir una cosa legal en una cosa misteriosa.
-Y luego está lo de Ponce, claro. ¿No ha tenido nunca la misma tentación?
-Yo con Natalia me llevo muy bien, ella entiende mi profesión y yo la entiendo a ella.
-¿Continúa enamorado?
-Sí, aunque es distinto que a los 20 años, afortunadamente, porque sino sería un poco cansado. Pero hay muchas formas de amar a una persona.
-¿Le da miedo el virus?
-Mucho, por eso hago todo lo que dicen que hay que hacer.
-Pero nos encerraron.
-Fue duro, pero a mí hasta me vino bien. Y vistos los resultados, tendría que haber sido un encierro más largo.
-¿Volverá a cantar?
-Yo en noviembre saco disco nuevo y en diciembre estaré en los escenarios como me dejen estar. Haya una persona, cien o diez mil. En las condiciones que marque Sanidad, pero estaré.
-Nunca ha engordado.
-No soy comilón. Me gusta comer pero no como demasiado.
-De beber ni hablamos.
-Nada después del trasplante. Volví a nacer. Llevo 17 años viviendo de prestado. Estoy más sano que nunca y con mejor voz. De beber, bebo zumos con muchas frutas mezcladas.
-¿En qué le cambió «volver a nacer»?
-Disfruto más porque sé que en cualquier momento puede pasar de todo.