Recuerdo que después del Cervantino de 1998 me alejé de las multitudes “culturales” en un paulatino diminuendo. Lo hice porque el festival se había pervertido hasta niveles catastróficos. Aquello, más que un encuentro cultural se asemejaba a una semana santa en Los Camachos con barra libre incluida.
Afortunadamente, en aquellos tiempos teníamos a nivel local un par de muy dignos eventos culturales, me refiero a la Muestra de Cine Mexicano y a la Feria Internacional del Libro, los cuales eran un agradable referente para el encuentro de nuestra culta civilización jericayera.
Sin embargo, la dialéctica nos dicta que las cosas cambian y están en constante movimiento siempre. Así, la bonita Muestra de Cine evolucionó a un fastuoso Festival Internacional, mientras que la FIL se transformó en la Meca de la cultura en habla hispana, a donde “caen” millares de peregrinos atraídos por el poderoso magnetismo del “dejarse ver”.
Por supuesto, en la inmaculada intelectualidad tapatía nos regocijamos con estas evoluciones, “ya casi somos de primer mundo” decimos felices. Pero no contábamos con que el grupito de monigotes, a los cuales nos gusta “quesque” eso de la cultura, creciera a niveles tan exagerados.
Y como no soy muy afecto a eso de convivir con las humanas, humanes, humanis, humanos y humanus (no hay que discriminar a nadie), dejé de presentarme a esos magníficos eventos, haciéndolo con éxito en lo que al festival de cine se refiere, pero no así con la FIL, pues esto de escribir me obliga a asistir, aunque créame usted, trato de evitarlo.
Pues bien, en un afán de optimismo desmedido, creí que esta vez me salvaría de ir tan magna feria, pero no fue así, pues la máxima autoridad quiso comprar libros de Yoga, y como donde manda capitán no gobierna marinero, sonriente me uní al santo peregrinar.
Eso sí, le cuento que para evitar coincidir con el sacrosanto V.I.P. cultural, decidimos ir en viernes por la mañana. Incluso, en ese afán de desapego, no quise utilizar el gafette que me acredita como semidios del olimpo intelectual, entonces cual simple mortal compré las entradas y a "lo que te truje chencha".
¡Pero! ¡Oh desgracia humana!, no recodamos que, por las mañanas, la feria es visitada por una horda de adolescentes de secundaria y preparatoria que al salir de las alcantarillas invaden pasillos y stands con sus gritos, sus burlas y su olor a lonche paseado. En un momento pensé que estábamos en Mordor, previo al ataque a Tierra Media.
Aunque esta vez, querido lector, hubo algo que me sorprendió, pues a pesar del iracundo desorden de los escolapios, muchos de ellos hacían ordenadas filas para comprar libros o se veían realmente interesados por entrar a alguna de las conferencias. Al final, no sé sí leerán esos libros o sí realmente aprovecharon las ponencias. Lo que sí sé, es que ellos serán la siguiente generación de nuestra jericayera y muy lectora intelectualidad, lo cual me deja claro que hay FIL para mucho rato.
