La evolución de las películas de comics pudo ser gradual, pero es culpa de Todd Phillips que se sienta como un tsunami. Con Guasón, el director de ¿Qué Pasó ayer? anhelaba realizar una película como las de los años setenta. El deseo se le cumplió a tal grado que logró polarizar a la opinión pública, tal y como lo hicieron las películas de su mood board setentero: llevándose el máximo honor en un festival europeo, provocando llamados a la censura, abriendo debates, siendo percibida como una obra capaz de radicalizar a la audiencia. El Guasón estaría orgulloso de este caos a la altura de su perfil anárquico. ¿Qué tan orgullosos podemos estar nosotros de esta adaptación al villano esencial de Batman?
Arthur Fleck subsiste en la sociedad fracturada de Ciudad Gótica. De día trabaja como payaso de alquiler. De noche ensaya para ser comediante de stand up. Lo que se interpone entre él y ese sueño es su frágil salud mental, que manifiesta con ataques de risa que no puede controlar. A través de un programa de asistencia del gobierno, recibe terapia y medicamentos. Cuando este apoyo termina a causa de un recorte presupuestal, su insoportable condición lo orilla a tomar una decisión que provoca una reacción en cadena. Accidentalmente, sus actos acelerarán el colapso social de Ciudad Gótica y le darán a él un reconocimiento que no imaginaba.
Enemigo del fan service (todo lo que se incluye en una historia solo para complacer a su afición), Phillips se atreve a sacar al fan de su zona de confort, privándolo de lo que pagó por ver: la historia no se basa en ningún cómic, conecta con el universo DC sin hacerle reverencia, carece de escenas de acción y se elimina también la teatralidad con que suelen mostrarse los némesis de Batman. A cambio, recibimos la génesis dramáticamente matizada de un villano que es producto de la crisis de valores de su época. Si Christopher Nolan dio clases de cine con la trilogía de El Caballero de la Noche, con Guasón, Todd Phillips da clases de historia del cine, repasando Taxi Driver, The King of Comedy, Network, entre otros clásicos de los que toma prestada su sensibilidad narrativa, la cual es atinada para el universo de Batman, porque nos da una versión plausible del Guasón como un hijo de vecina con el que podríamos cruzarnos en la calle. No necesariamente la mejor versión; sí una que complementa a las que ya hemos visto. Lo admirable de Phillips no es su dirección; es su capacidad de persuadir a DC Movies para producir la antítesis de su marca. Algo que ni siquiera sabíamos que estaba permitido por los guardianes de las franquicias. Después de este Guasón ¿es posible ver a un Harry Potter agobiado por el Brexit? ¿a un James Bond tratando su alcoholismo?
Con este papel, Joaquin Phoenix no estaba ante un reto fuera de su liga. Lo hemos visto perderse, delirar, deprimirse, rapear, quedarse dentro de un personaje semanas después de terminado el rodaje. Encima de todo esto encontró un siguiente nivel de perturbación que no conocíamos. Su actuación no estará exenta de pasar como forzada al caer en el recurso de la transformación física extrema, aunque también ofrece signos de un trabajo interiorizado, como la construcción de esa risa desconcertante. Phillips y Phoenix están en la misma página: denuncian al sistema, a la misma sociedad desinteresada en el bienestar colectivo. Si esta cinta influyera directamente en la conducta de su público, es curioso que sus denunciantes consideren que producirá asesinos y no disidentes que expresen su hartazgo hacia el gobierno. Guasón es sobresaliente en función a lo que propone dentro del género al que pertenece, que es incitarnos a discutir un personaje, en lugar de hacerlo el tema de una fiesta infantil o nuestro siguiente disfraz para Halloween.
twitter.com/amaxnopoder