A mediados del mes de abril en la ciudad de Londres, miles de personas salieron a las calles para protestar contra las débiles políticas ambientales, exigían que el Ejecutivo declarara un estado de emergencia climática y ecológica, que se comprometieran a reducir las emisiones de CO2 a cero para el año 2025 y crear una asamblea ciudadana para lidiar con las decisiones que afecten al calentamiento global.
La protesta se anticipó, amigo lector, fue planeada en grande y muy bien ejecutada; se bloquearon puentes con camiones que tenían a varios activistas fuertemente pegados a la lámina, cerraron algunos accesos al aeropuerto, taparon las principales calles del centro y tomaron las plazas más grandes. El contingente estuvo lleno de artistas, famosos y público en general, la policía reportó 831 detenidos en total. Más allá de los bloqueos, la protesta pacífica se extendió a casi dos semanas durante abril y como responsable fue señalado al grupo Extinction Rebellion (Rebelión contra la Extinción).
El día de ayer en el centro de la ciudad de París reaparecieron los activistas de Extinction Rebellion, con 300 litros de una pintura roja (como sangre) y la derramaron en la plaza Trocadero, muy cerca de la Torre Eiffel, la causa: buscan detener la extinción de las especies del planeta, a propósito del informe que preparó y difundió la ONU el 6 de mayo.
Hay un daño sin precedentes: en la tierra, en los mares, en el cielo, el impacto de los humanos sobre la naturaleza es devastador y un millón de especies de animales y plantas están en camino a desaparecer en un par de décadas.
“Los ecosistemas, las especies, la población salvaje, las variedades locales y las razas de plantas y animales domésticos se están reduciendo, deteriorando o desapareciendo”, asegura Josef Settele, uno de los autores principales del informe de mil 800 páginas, elaborado a partir de decenas de estudios académicos en todo el mundo, y que concluye que tres cuartas partes de superficie terrestre han sido “severamente alteradas” por la acción humana.
“Esa pérdida es la consecuencia directa de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el bienestar humano en todas las regiones del mundo”, agrega Josef Settele.
El informe de la Plataforma Intergubernamental sobre la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (Ipbes) es tan alarmista como realista, pero es seguramente el documento más importante desde que se reveló el cambio climático global.
La desaparición de tantas especies amenaza la vida de los humanos, de manera que por la estabilidad natural o por la supervivencia del hombre, es necesario actuar y revertir la tendencia.
Pero hay un gran problema, estimado lector, a las empresas, los gobiernos y a muchas personas no les importa esto, pareciera que no creen en la ciencia y que nada va a suceder, que las cosas se arreglarán por sí solas o que de plano tantos expertos investigadores se equivocan.
Tal parece que la política y la economía que organiza al mundo no están en capacidad de reorientarse para salvar al planeta. No se puede comprender por qué no actúan. Políticos y empresarios dudan de la evidencia sin motivos, sin ninguna sustento. Hasta los medios le dan muy poca importancia.
Está claro que los modelos y la organización actual no pueden evitar que el planeta colapse, ¿Qué podemos hacer para cambiar la economía y la política en tan poco tiempo?
Así como en las grandes ciudades, debemos salir y manifestarnos cada vez más, en todas las ciudades, en todo el mundo, es importante empujar a que los gobiernos den respuestas y actúen contra la destrucción.
Se supone que sí hay cosas que se pueden hacer para detener la extinción a tiempo, pero es necesario actuar cuanto antes, necesitamos concientizarnos, planear y actuar, pésele a quien le pese. En la rebelión contra la extinción debemos estar todos… o usted, ¿qué opina?
alejandro.gonzalez@milenio.com