La caída del régimen de Bachar al Asad en Siria gracias a una rápida e inesperada ofensiva protagonizada por una amalgama de grupos yihadistas e islamistas ha permitido que la comunidad internacional conozca uno de los lugares más siniestros de la región, la cárcel de Saydnaya, el «matadero humano» de la dictadura siria. Las ejecuciones y las torturas, además del trato vejatorio a los presos, la mayoría de ellos opositores al régimen del Partido Baaz, fueron una realidad cotidiana durante más de una década.
La entrada de los insurgentes, liderados por el grupo de ideología yihadista Hayat Tahrir al Sham, permitió el domingo la liberación de miles de personas que llevaban encarceladas en la cárcel situada a menos de una treintena de kilómetros al norte de Damasco desde que comenzó la guerra civil; algunos de ellos mucho antes. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una ONG con sede en Londres y larga experiencia en el monitoreo de la situación en el país, asegura que 30.000 personas murieron por torturas, maltrato y ejecuciones entre 2011 y 2021 en Saydnaya. En 2017, Amnistía Internacional estimó que entre 10.000 y 20.000 personas estaban detenidas allí.
La llegada de los familiares de los presos -desde primera hora del domingo llegados desde distintos puntos de Siria- y la investigación de los informes de los detenidos en una de las peores cárceles de Oriente Medio y el planeta intensificó durante el domingo y el lunes las búsquedas de los desaparecidos por parte de los funcionarios de protección civil. Las horas avanzaban y no se encontraban más reclusos. En las últimas semanas había menos presos; según el director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, Rami Abderrahman, en el registro se hallaron «entre 40 y 50 cadáveres» y aseveró que la mayoría de los cuerpos corresponden a «ejecuciones recientes». Ayer los conocidos como Cascos Blancos anunciaron el fin de las operaciones de búsqueda de supervivientes en la citada prisión después de investigar los informes de personas que seguían detenidas. No había más supervivientes, pero sí el escenario del horror en forma de habitáculos inhumanos y cavidades subterráneas donde fueron recluidas miles de personas durante años.
Por su parte, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) visitó ayer Saydnaya, y pidió a las facciones rebeldes evitar la destrucción de documentos e historiales que faciliten el esclarecimiento del paradero de todos los desaparecidos durante las últimas décadas. «Seguimos comprometidos a aliviar el sufrimiento de quienes no han tenido noticias de sus familiares, a menudo durante muchos años. Llevamos muchos años trabajando en Siria para esclarecer el paradero de las personas desaparecidas», afirmó ayer la organización en un comunicado.
En este sentido, el CICR dejó constancia de que cientos de familias se han acercado hasta la prisión en busca de «información sobre el destino y el paradero de sus familiares desaparecidos». «Hemos observado que muchos documentos relacionados con los detenidos han sufrido daños o se encuentran desperdigados en habitaciones», se lamentó desde la misma entidad. Por otra parte, las nuevas autoridades rebeldes aseguraron ayer que harán pública una lista con los nombres de los torturadores del régimen del clan Asad. «Vamos a anunciar una lista que incluirá los nombres de los más altos cargos implicados en torturas contra el pueblo sirio», escribió en la red de mensajería Telegram el líder rebelde Abú Mohamed al Golani.
El antiguo yihadista -combatió en las filas del Frente al Nusra- convertido ahora en figura política moderada anunció también «ofrecer recompensas a cualquiera que suministre información sobre altos oficiales militares y de seguridad involucrados en crímenes de guerra». «Perseguiremos a los criminales de guerra y pediremos que nos los entreguen de los países a los que huyeron», añadió. La actitud contenida y moderada de los líderes de la triunfante ofensiva rebelde contrasta con la de los terroristas del Daesh o Estado Islámico -que siguen presentes en ciertos puntos del territorio sirio a pesar de la disolución del califato en 2019-, quienes ejecutaron en el centro de Siria a más de medio centenar de miembros del Ejército regular que trataban de huir ante el colapso de la dictadura. En este sentido, el citado Observatorio Sirio para los Derechos Humano informaba ayer de la ejecución de al menos 54 militares en la zona de Al Sujna, un área desértica situada en la región de Homs. La organización culpó directamente a Estado Islámico.