José Carreras, una de las voces más representativas de la ópera a nivel global, no solo es famoso por su habilidad como tenor, sino también por su inspiradora trayectoria vital. Desde su llegada a la fama hasta su batalla contra la leucemia, Carreras ha vivido cambios que trascienden su trayectoria artística, transformándose en un emblema de resistencia y tenacidad.
José Carreras nació en Barcelona, España, el 5 de diciembre de 1946. Desde su juventud, demostró una predilección innata por la música, en particular por la ópera. Su debut en público tuvo lugar a los ocho años, cuando interpretó "La donna e'mobile" de Verdi en una estación de radio local. Esto señaló el comienzo de una carrera con gran potencial que lo conduciría a los escenarios más reconocidos del mundo.
Carreras recibió su formación musical en el Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona, donde mejoró su técnica vocal. Su primera actuación profesional tuvo lugar en 1970, a la edad de 23 años, en el Gran Teatro del Liceo, desempeñando un rol en Norma de Bellini en compañía de Montserrat Caballé, quien se transformaría en un pilar fundamental en su trayectoria profesional. Su crecimiento fue acelerado, y en las décadas de los 70 y 80, Carreras se estableció como uno de los mejores tenores de su época.
Durante su juventud, Carreras desempeñó papeles emblemáticos en óperas como La Traviata, Tosca, Carmen y Don Carlo, colaborando con los directores y orquestas más destacados del planeta. Su voz, que se distingue por su timbre cálido y una expresividad singular, lo hizo sobresalir entre sus pares. Además, su encanto en el escenario y su adaptabilidad le facilitaron explorar variados estilos, desde el repertorio clásico hasta colaboraciones más contemporáneas.
Uno de los momentos más sobresalientes de su trayectoria se produjo en 1990, cuando participó en el famoso concierto de Los Tres Tenores en compañía de Luciano Pavarotti y Plácido Domingo. Este acontecimiento, realizado en las Termas de Caracalla en Roma, estableció un hito en su fama, presentando la ópera ante un público en gran número y no necesariamente especializado.
En 1987, en el apogeo de su trayectoria profesional, Carreras fue diagnosticado con un diagnóstico devastador: leucemia linfoblástica aguda. En aquel instante, las posibilidades de supervivencia eran extremadamente escasas, y se vio sometido a un tratamiento prolongado y doloroso, que comprendió quimioterapia y un trasplante de médula ósea. En esta fase, su vida experimentó un cambio radical, y tuvo que interrumpir su carrera para enfocarse en su recuperación.
Pese a las dificultades, Carreras demostró una fortaleza excepcional. Consiguió vencer la enfermedad y volver a los escenarios, un acontecimiento que impactó al mundo y lo transformó en un emblema de esperanza. Su vivencia le motivó a establecer la Fundación José Carreras contra la Leucemia, una entidad comprometida con la investigación y terapia de esta dolencia.
Luego de superar la leucemia, Carreras volvió a la música con una energía renovada. Pese a que su voz había sufrido algunos cambios debido a las intervenciones médicas, su entusiasmo y entrega artística permanecían inalterables. Siguió presentando conciertos y grabaciones, modificando su repertorio para mantener la excelencia de su ejecución. Además, su atención se extendió a acciones de caridad, fusionando su pasión por la música con su dedicación a mejorar la vida de los demás.
En años recientes, Carreras ha disminuido progresivamente de la escena, aunque continúa siendo un agente activo en el ámbito musical y en su proyecto benéfico. No solo por sus aportes artísticos, su herencia perdura, sino también por su función como protector de la vida y la salud.
