Una multitudinaria manifestación recorrió este sábado la ciudad buscando justicia, pero también una reconstrucción solvente. Mazón ha delegado su voz en su vicepresidenta y su cabeza en el teniente general Gan Pampols. Si tampoco es los ojos, porque no pisa la calle, la pregunta es qué órgano vital es el president
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Si el torero Vicente Barrera no hubiera dejado el cargo de vicepresidente de la Comunitat Valenciana en julio por orden del comandante Santiago Abascal, habría podido instruir al Consell sobre lo que significa que, en tres semanas, haya una segunda masiva manifestación contra Carlos Mazón en las calles. Son dos toques. En los toros, al tercer aviso la res es enviada de vuelta a toriles. En València, solo puede hacer esto el Partido Popular, en caso de que piense que el president le resta demasiado. De momento, Feijóo se ha conformado con que no se cometan más errores y hacer la vista gorda cuando se cometen. El PP valenciano no existe más allá de Mazón. Y no piensa irse. Si hace falta pasar el 'cumplemes' de la tragedia de la DANA atrincherado en un camino rural de Utiel, se monta un micrófono de pie entre tocones de tierra, se improvisa una comparecencia y se pasa. No hay problema. Si hace falta que dimitan dos conselleras, se las dimite, aunque seas tú quien las ha fichado a ellas y a todo el equipo que ha fallado. Si hay que poner sordina a las críticas de policías, bomberos o la UME, se pone.
Al torero Barrera le ha sustituido el militar Gan Pampols, pero a los afectados y vecinos no les vale como receta mágica y este sábado salieron por miles a manifestarse a la plaza del Ayuntamiento de la capital. 100.000, según cifras oficiales, en una capital de 800.000, casi los mismos que en la primera convocatoria. En su camino hacia un lugar donde pedir justicia y ayuda se cruzaron con el consumismo de los Black Days, el tardeo y los corredores que han venido por miles a la maratón y se entrenaban en las mismas calles de la misma ciudad que aún no ha despertado de su peor pesadilla. Quien cometió la osadía de querer coger un autobús puede que a estas horas siga allí: València sigue su fiesta turística tras ser elegida otra vez mejor ciudad del mundo para vivir, aunque sigue atascada en el transporte público con vehículos que exhiben el cartel de “complet” a todas horas.
La manifestación concitó el grito unánime de “Mazón dimissió”, el lema de las entidades convocantes progresistas. Al llegar cerca del Palau de la Generalitat le gritaron también a Mazón, pero no les escuchó. El president no estaba en su despacho. En todo el fin de semana no tiene previstas reuniones o agenda pública. Suele irse a Alicante, donde está su familia, como la semana pasada. Al menos aprendió la lección comunicativa y no tuiteó sus logros durante la protesta de miles de sus ciudadanos. El Partido Popular del Comunitat Valenciana tuvo también el detalle de no catalogar a los manifestantes esta vez como catalanistas.
Muchas de las pancartas iban de su desaparición el día 29 de octubre –“Qué bien se come en el Ventorro”, restaurante que se ha convertido en punto de peregrinaje morboso y su reservado está a tope de reservas, o el clásico ya “El que avisa no es Mazón”–, pero esa sensación de injusticia por no hacer nada mientras dos lenguas de agua se tragaban 70 pueblos se ha inflado. Ahora hay un globo de indignación también por los demás días y los desplantes públicos o las displicencias de algunas contestaciones. Su Consell no visita la zona cero y no se acerca a los vecinos. Los discursos de Mazón no tienen rastro de empatía o dolor real. O no lo siente o quien le escribe los textos no es capaz de volcarlos al papel. No se organizó ningún homenaje en el primer mes de una tragedia que ha dejado 222 muertos y varios desaparecidos. Su conseller de Educación estaba en Alicante cuando un operario al que enviaron a limpiar un colegio en ruina falleció aplastado en Catarroja y no fue ni a la localidad porque según él no hacía falta. En lugar de eso, reivindicó su derecho a la familia. Decenas de colegios siguen cerrados sin que nadie expida documentación sobre si son o no seguros.
Por eso, además de corear “El president, a Picassent”, que es donde está ubicada la cárcel de València, los testimonios en las calles apuntan a la reconstrucción. “Nos abandonaron la primera semana, seguimos abandonados y seguiremos abandonados”, lamentaba con realismo o pesimismo, según la escala de entusiasmo de cada uno, una chica que tiene en Alfafar a sus padres. En ese abandono se incluye también al Gobierno central. “Todos”. Algunas pancartas, aunque las menos, eran también contra el Gobierno de Sánchez, y se escuchó el cántico “Teresa Ribera, vas la primera”.
Carlos Mazón, que es el líder de la reconstrucción, está perdido y se diría que desganado ante la ingente tarea que queda. No estamos ni en primero de Primaria de reconstrucción porque falta sacar del fango a la gente y reflotar su economía. Es mucho trabajo. Quizás por ser demasiado ha delegado en la vicepresidenta Susana Camarero ser su voz. Ni se plantea una rueda de prensa ni ha hecho más que tuits o canutazos a las puertas del Cecopi. Al teniente general Gan Pampols le ha delegado la cabeza, como si un solo hombre, por militar que sea, pudiera tener en la mente toda la administración autonómica o encargarse de todos los decretos, cambios y contratos que hay que hacer en el mayor reto de esta provincia desde la última riada, en 1957. Si Mazón tampoco es los ojos de la tragedia, puesto que está recluido con sus tres asesores de confianza y no pisa la calle, es inevitable hacerse la pregunta: entonces, ¿de qué órgano vital se ocupa Mazón?
Los miles de manifestantes quieren que el president pague por lo que hizo y, sobre todo, por lo que no hizo, pero esta vez también quieren respuestas a la emergencia que sean ciertas, no declaraciones o parches para salir del paso. València necesita que los afectados tengan ya una vida y luego de eso, una reconstrucción profunda y real. De momento no hay normalidad en el transporte público y los polígonos siguen cerrados con la mercancía destruida. Quienes salieron a la calle dudan muy fuerte y muy alto de las capacidades y ganas de Mazón, que aún no ha conseguido trasladar la imagen de que esté liderando ningún gobierno de emergencia. Tampoco ayuda a la confianza que acabe echando mano en sus debates en Les Corts del comodín de Aldama o la mujer de Sánchez, que con el fango al cuello queda lejos. En la cabecera de la manifestación había víctimas de la DANA y una técnica de Emergencias que cogió el teléfono a decenas de ciudadanos desesperados aquel fatídico día y que leyó el manifiesto final: “No puede encabezar la reconstrucción, tiene que haber un cambio de políticas económicas y sociales que ponga la vida en el centro”.
Tras quitar del centro del debate con quién comió el día 29 –algo que acabó admitiendo tras seis versiones diferentes– ahora lo que está en la diana es cuál es el salario del teniente general Gan Pampols, que todavía se mantiene oculto pese al interés público y las preguntas que el president sortea. Otro síntoma más de que, o no sabe leer cómo está la calle, o no le da la suficiente importancia. Su vicepresidente, a quien ha atado su destino como salvavidas, podrá cobrar más que el resto gracias a que se ha colado de rondón un destope en un decreto. La calle no está de humor para salarios. Va a ser difícil explicar por qué un militar en la reserva no podía cobrar 'solo' 92.000 euros y cobrará más. Y más difícil aún que resista la hemeroteca cuando se conozca la cifra: “Para que no pierda poder adquisitivo”, dijo Mazón en su día, como si fuera un acto de justicia, cuando tanta gente afectada se siente tan injustamente tratada.
Por ejemplo, no se han puesto hoteles ni casas. Ellos siguen tirando de ahorros o préstamos. Los bajos comerciales de los pueblos de l'Horta Sud están cerrados. La administración pública, esa que tanto han denostado el PP de Mazón y Vox atacando sus supuestos chiringuitos e ineficiencias, es bastante difícil de conocer y manejar. No lo puede hacer cualquiera, como ha quedado acreditado. Por ejemplo, cayeron en que había que publicar un decreto para limpiar garajes privados tres semanas después de tenerlos inundados. Esa arquitectura política y legal inmensa que debería mover recursos aquí, dinero allá, cambiar de tarea a unos departamentos o firmar sin parar excepciones y contratos sigue atascada o cae a peso sobre un segundo escalafón anónimo y funcionario que espera una idea, al teniente general, lo que sea.
Pedir la dimisión de Mazón es un lema. Ojalá se pudiera pedir la acción de Mazón, pero es una petición retórica que de momento no llega. Y como no llega, Mazón dimisión. O todos dimisión, como dicen ya muchos en la zona cero, sin ganas ni tiempo de hacer análisis finos. Que me llegue ya el dinero, el coche, que tenga casa, que lo traiga alguien.
Mazón no va a dimitir. Lo tiene claro desde el principio y espera a que la presión de la calle baje, se olvide, se aburra, vuelva a lo suyo, en Navidad o el próximo Black Friday. En su partido en València no hay nada estructurado, ni siquiera corriente en contra, si exceptuamos su mala relación con la alcaldesa de Valencia. Feijóo quiso darle un toque y salió con las orejas gachas, toreado y trasquilado. Tuvo que recurrir al paternalista “que no haya más errores”. Solo si el partido sintiera tanta presión que el president fuera demasiado tóxico lo dejaría caer. Por mucho menos se fueron a la calle su padrino Teodoro García Egea y Pablo Casado. Si eso ocurriera, ¿quién mejor le puede sustuir? Después de la pregunta suena el eco. Y después del eco, Vox recuerda que es la llave para eso.
En el bucle político hay cábalas, pero en el bucle de la calle hay mucho hartazgo, que se ha volcado en una manifestación donde a la rabia se le ha unido cierta inquietud y desesperanza. Se reiteró un segundo aviso este sábado. Si hay tres, no habrá toriles, pero sí la constatación de que València está dolida, descontenta, necesitada y preocupada. Ya no va solo de aquella “comida privada de trabajo” y de la falta de una explicación o un bálsamo. Ahora la pregunta es si hay alguien actuando, por qué un mes después sigue la vida mientras la vida no puede seguir. Y quién y cómo va a ayudar a dejar atrás el barro.