Siempre era así en el bloque soviético. Cuando las cosas se tambaleaban y pintaba negro, se cerraban filas en el partido, arreciaba la persecución del disidente y se aventaba el fantasma de la invasión exterior. Lo hacía Hoxha. Lo hacía Ulbricht. Lo hacía Kádár. Lo hizo Stalin. Los más terroríficos tiempos de las dictaduras son los de la debilidad. María Jesús Montero ha inaugurado el congreso de Sevilla acusando a Alberto Núñez Feijóo de «golpismo», por pedir a los militantes del PSOE que prescindan de Sánchez. Golpismo es una palabra fuerte, no le quedan muchas más a la vicepresidenta. Y hablar del Partido Popular en el congreso del PSOE indica que «dentro» huele a podrido y no hay mejores temas.
Los grandes estandartes del PSOE están heridos. Sobre la hermosa mujer del presidente pesa la sospecha de tráfico de influencias. Sabemos que su hermano fue enchufado. Desde su corrupto ministro José Luis Ábalos salpican manchurrones a Nadia Calviño, María Jesús Montero, Marlaska, Torres, Francina Armengol o Santos Cerdán. El fiscal general está siendo investigado. Y para evitar que el escándalo Lobato alcance a Óscar López tendrá que sacrificarse la cabeza de Pilar Sánchez Acera, que pasó a Juan Lobato la información protegida sobre el hermano de Ayuso. Es difícil tener más frentes judiciales abiertos. Y llueve sobre la amnistía y los indultos, la financiación privilegiada a Cataluña o la liberación de etarras.
Frente a esta magna porquería, el tono de las intervenciones sobre Pedro es adulador hasta el vómito: «El señor Sánchez cuenta con el cariño, el calor, el respeto, la legitimación de toda la militancia de España», dijo el viernes la vicepresidenta primera. Cerdán añadía: «Estamos encantados con su liderazgo, un liderazgo fuerte que intentan manchar no solo atacándolo a él, sino a su entorno familiar, de manera vil, porque no se puede permitir lo que estamos viendo, día sí y día también». Qué vocablos: «cariño», «calor» hacia el prócer, «encantados con su liderazgo», «ataque vil». Fórmulas turiferarias que retrotraen a la Plaza de Oriente. O a la Plaza Roja.
En medio de toda esta gente pastueña se pasea un hombre sonado, con los ojos perdidos, completamente descolocado por este sucesivo desmoronarse de su castillo de naipes. No le pidan que despeje las acusaciones. Prefiere coger la hebra que desenrolló en el reciente congreso de UGT: «No nos perdonan haber ganado la moción de censura a un Gobierno condenado por corrupción, ni ganar en las urnas en 2019 y 2023. A los bulos y mentiras les ganamos en las urnas el 23 J y lo volveremos a hacer en 2027». Futuro glorioso, acusaciones de mentiras ajenas. Fórmula clásica para despejar problemas.
Le he preguntado a alguno de los ministros por el contenido del congreso: «El estilo de Pedro es no hacer lo que se espera. Así que, si esperáis movimiento, igual la respuesta es que no haya». Es verdad que estamos acostumbrados a sus continuos cambios de paso: anunciar que se va a casa a «pensar», mandar a los suyos a negociar a Suiza, colocar en Europa a la perdedora de las inundaciones, pero esta vez… puede que se le hayan acabado los conejos de la chistera. No es que no quiera hacer nada (como dice mi fuente), es, sencillamente, que ya no puede. Le ocurre como a Feijóo: no gobierna porque no puede.
Este congreso se anunció en septiembre, como medida sorpresa en pleno escándalo por el acuerdo con ERC para una financiación singular para Cataluña. Se prometió que sería el foro para debatir esta financiación y el espacio para reforzarse ideológicamente. Todo ha quedado en nada, nadie levanta la voz, nadie discute, nadie habla de igualdad o justicia social. Nadie le hace frente, simplemente porque la bestia más peligrosa es la bestia herida. Ni quieren perder el puesto ni desean verse arrastrados en la caída.