Feijóo sabe que, cada minuto que habla de la DANA, todos nos acordamos de Mazón. Él prefiere hablar de otras cosas porque ha caído en una trampa: la de aceptar que gobierne la reconstrucción el responsable de la destrucción
Los damnificados por la DANA de hace un mes en Valencia expresaron de inmediato su angustia. Aún en shock, tenían las casas y las calles llenas de barro, numerosos cuerpos seguían desaparecidos entre toneladas de lodo, faltaba el agua corriente y la luz en muchas casas. De entre todas sus urgencias, enfatizaron una de carácter inmaterial: “No nos olvidéis”. Sí, enviadnos agua, maquinaria, militares, pero sobre todo: no dejéis de mirar. Sabían que los periodistas aterrizados en la zona se acabarían marchando y los directos de los informativos dejarían de hacerse desde allí. Nos dijeron: de acuerdo, lo aceptamos, la catástrofe da audiencia, pero el impacto emocional de las imágenes del tsunami en nuestras calles desaparecerá mucho antes que nuestra desgracia. Cuando eso ocurra, no dejéis de mirar.
Pedían que no se les aplicara la ley implacable del infoentretenimiento. Temían ese momento en que los redactores jefes dijeran “esto no interesa” y los charlatanes ya no encontraran materia lucrativa para sus bulos. Ser carne de desinformación es odioso, pero al menos significa que te están prestando atención. Aunque no hayas oído hablar de la sociedad del espectáculo, no hayas leído a Guy Debord, y no sepas nada del infoentretenimiento o la crisis de atención, todo el mundo conoce de forma intuitiva cómo funcionan sus mecanismos. Necesitamos que nos presten atención para que se aborden nuestros problemas. Pero es imposible sobrecoger a los espectadores de forma permanente con el mismo asunto. Los valencianos sabían que su dolor difundido en redes cedería paso en algún momento al siguiente espectáculo.
Esa función llegó el miércoles al Congreso. El presidente del Gobierno compareció para rendir cuentas de la gestión de la DANA y anunció nuevas ayudas para los afectados. Ya habíamos comprobado que Aldama es el nuevo mejor amigo de Feijóo, pero no que ese amor iba a llegar tan lejos. Feijóo podía haber hecho un paréntesis, dada la gravedad del debate, y haber respondido a la petición de los damnificados de la DANA: no nos olvidéis. Pero hizo exactamente lo contrario: hablar de su nuevo mejor amigo, como si fuera más importante.
La cuestión es que para él lo es. Porque tiene un grave problema sobre la mesa. Feijóo podía haber rebatido las medidas del gobierno sobre la DANA, haber discutido cómo han de ser las ayudas o proponer otras alternativas. Podría haber mostrado empatía. Pero sabe que, cada minuto que habla de la DANA, todos nos acordamos de Mazón. Feijóo prefiere hablar de otras cosas porque ha caído en una trampa: la de aceptar que gobierne la reconstrucción el responsable de la destrucción. Quien ha causado un problema nunca puede ser quien lo solucione. Un tipo que demuestra ser un absoluto incapaz el 29 de octubre no se vuelve capaz el 1 de noviembre.
Cuando la gente piensa en Mazón, le vienen a la cabeza sus mundanas distracciones el día de la DANA. Representa la negligencia del PP como partido de gestión y la nula autoridad de Feijóo dentro de su partido. Si el plan del PP para contrarrestar esa percepción consiste en ignorar a los valencianos, lo más probable es que la valoración como líder de Feijóo siga cayendo. Dudo que los valencianos lo pasen por alto: añadir olvido deliberado a la incuria de Mazón, desdeñar el sufrimiento de la gente en aras del tacticismo político, es insoportable. Su actuación parlamentaria del miércoles, sumada al sainete de Lobato esta semana, es la prueba de que el tacticismo no da más de sí en la política española. Y cuando la táctica se convierte en esperpento ha llegado el momento de pensar en la estrategia.
Al menos el PSOE ha demostrado capacidad de reacción: siempre es más fácil hacerlo con un barón rampante que con uno gobernante. Ante la mayor catástrofe que ha tenido lugar en España en mucho tiempo, Mazón sigue al frente y en la cúpula del PP quieren orillar esa incómoda presencia despreciando el dolor de los valencianos. En nuestros oídos seguirá resonando lo que nos pidieron: no nos olvidéis.