Las dos personas normales quedan en un parque algo alejado del barrio habitual; para andar un poco más, se dicen; para hacer algo distinto. El parque es de los nuevos, de los que a veces hacen los ayuntamientos en esos sitios de las afueras donde la gente caminaba ya, pero peor, cuando había menos verde, menos bancos, menos niños, menos fuentes. —Qué bien cambiar de sitio, ¿no? —No sé. —¿No sabes si está bien cambiar de sitio? —Depende del sitio, ¿no? —Bueno, claro. Pero, si los dos sitios son buenos, estará bien cambiar un poco, digo yo. —Sí, eso sí. —Para no andar siempre en las mismas partes, digo. —No, no, si te he entendido. —Ya, pero como no me has dado la razón enseguida... —Es que aún no tenía detalles. —Ya, ya. Pero no te había costado nada. La primera persona normal se pone las manos a la espalda, sin dejar de caminar. La segunda persona normal camina bien como estaba. —Mira qué rotonda más buena. —Muy buena. —Bastante buena, ¿no? —¿Estaba ya de antes? —Pues seguro. —Igual la habían hecho con el parque, yo qué sé. —No, no. ¿No ves que coches ya había? —Y personas, y perros, y viejos... —Ya, pero son cosas distintas, lo de los coches es distinto. Los coches tienen que circular sí o sí, los perros sólo si quieren. Lo que es nuevo es la estatua del medio. —¿Qué estatua? ¿Eso es una estatua? —Yo creo que sí. ¿No es una estatua eso? —Una estatua es cuando es persona, ¿no? —¿Y cuando no es persona? —Cuando no es persona, es escultura, me parece. —¿Y si es caballo? ¿No hay estatuas de caballos? —Entonces son esculturas de caballos. —¿Y si encima del caballo hay un capitán general? —Pues entonces será una estatua encima de una escultura. —Ah, ya. Muy bien pensado. No lo había visto así. Las dos personas normales se detienen junto a la glorieta, pisando un poco el césped, junto a un caminito de tierra, para ver la escultura mejor. Las dos personas van en chándal, no se sabe bien por qué. —¿No es una persona, seguro? —A mí me parece un cuchillo. —¿No será una persona con forma de cuchillo? Igual es una persona con cabeza de cuchillo, porque, mira, primero hay cilindros apilados y luego, ya encima, el cuchillo. O igual es una lanza. —O igual es una persona con cabeza de lanza. —O igual es san Pancracio. Pero hecho ahora, a lo moderno. Como si fuera un cuchillo. O igual es una balanza de pesar. —¿Hay balanzas de otra cosa? —Pues seguro. Habrá balanzas de lo que te apetezca. Habrá balanzas que te digan hasta lo que quieras tú, como las de casa. —¿Las de casa te dicen lo que quieras tú? —La del baño, sí. —¿La del baño te dice lo que quieras tú que te diga? —Yo a veces me subo a la balanza del baño con un cubo lleno, por ejemplo, de agua y espero a que salga el cero. Y luego, cuando sale el cero, pues suelto el cubo y peso menos. —Y ¿cuánto pesas? —Pues menos algo. Peso en negativo. Lo mejor de todo. —Y ¿si sueltas dos cubos? —Pues peso menos aún. —Qué bien, ¿no? —Pues sí. Las dos personas normales rodean la glorieta con cuidado, por evitar los coches y para ver la escultura —que a lo mejor es una estatua— mejor, desde todos los ángulos posibles.