Levaba anclas el insomne Caronte con destino a la 'Ciudad de la luz', y lo hacía a toque de campana. El 17 de marzo de 1930, a primera hora de la tarde, José Antonio Primo de Rivera se hallaba en su despacho de la calle de Los Madrazo cuando le atropelló el destino transformado en telegrama. «Papá, gravísimo». El remitente era su hermano, por entonces en París junto al grueso de la familia. Sabía el líder de Falange que Miguel, el viejo dictador, como explicó ABC poco después, se hallaba «en una aguda crisis de depresión física y espiritual». Era cuestión de tiempo que llegara el momento fatídico. La triste realidad es que, cuando arribó el telegrama, su padre ya...
Ver Más